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LOS HAUNEBUTS Y LA REINA DE LA ATLÁNTIDA
BEREBERES LIBIOS, TJEHENU, TEMEHU, HAUNEBUTNo debemos confundir el hecho de que hoy llamamos ‘Océano Atlántico’ la amplia extensión de agua, al oeste de las costas europeas. Esta correspondencia de los nombres es a menudo invocada como prueba, por los partidarios de una Atlántida colocada en el Caribe, o las Azores, y que se hundió en las oscuras fosas oceánicas.
Piteas, treinta años después de la muerte de Platón, fue el primero en señalar como Okeanos la vasta extensión del mar occidental, y luego a lo largo de la Edad Media se llamó "Mar de las Tormentas" o "de la oscuridad".
En el año 150 dC, la famosa Geografía de Ptolomeo designaba lo como el "océano occidental". El nombre del Océano Atlántico fue adoptado mucho más tarde, entre los siglos XVI y XVII, después del "descubrimiento" de América, que en un primer momento fue bautizada simplemente "Atlantida". Por lo tanto, ne conseguia la engañosa y falsa consideración (por muchos invocada en apoyo de su hipótesis) que el nombre dado en los últimos tiempos al Océano Atlántico debria indicar la ubicación de la antigua Atlántida.
Existe una tradición oral de los bereberes que llama "Bahr Atala", es decir "Mar de Atlantida", la región del Chott el Yerid, el fondo del antiguo lago, cuyo gran desbordamiento, de acuerdo a mis estudios y mi hipótesis, fue la causa de la destrucción real de la Atlántida. Pues bien, esta tradición tiene un importante apoyo en un texto muy antiguo, el Libro de los Jubileos, que forma parte de la Biblia judía y de la copta, mientras que en la tradición católica es considerado como un texto apócrifo. El Libro de los Jubileos lista toda la genealogía de los sucesores de Adán. En los capítulos que tienen que ver con la división del mundo entre los hijos de Noé, es repetidamente citado "el gran lago" como el límite de la expansión hacia el oeste de las tierras confiadas a Cam y sus descendientes, y por lo menos en una ocasión el lago es expresamente llamado "Bahr Atala" o "Bahr Atil" (la vocalización dependiendo del tipo de traducción).
Desde tiempos inmemoriales los marineros occidentales, que habían sido obligados a entrar y salir de sus islas, habían aprendido a navegar en alta mar. Habían explorado el Mediterráneo, se habían asentado en las islas Cícladas y Creta, antes de ese momento casi deshabitada, y de allí corrian su comercio fructífero con Egipto.
Se puede argumentar que este tipo de lobos marinos no pasaría desapercibida!
Bueno, en Egipto conocían muy bien que eses marineros no eran ni sirianos, ni cretenses, ni micénicos. Desde Keops, alrededor de 2600 aC, los textos aluden a los misteriosos hombres del mar. Comerciantes, piratas, mercenarios, de vez en cuando, el "viento norte" les llevó por mares lejanos hasta las ramas occidental del Delta: se les llamó Haunebuts.
Los textos de las pirámides, de 2500 aC, llamaban el Mar Mediterráneo "círculo que rodea los Haunebuts" o incluso “el verde de Haunebut”. Uno de los "nueve arcos", es decir, las regiones del Universo dominado por el Faraón, fue llamado el “Arco de Haunebuts”. Acerca de estos nueve arcos, encontramos recuerdos desde la época del Rey Escorpión, antes del año 3000 aC. Por tanto, los Haunebuts tuvieran que existir antes de Byblos, Micenas, antes que los griegos e incluso antes de que el Egipto!
Varios autores ven en este nombre una expresión mítica y genérica, y atribuyen el nombre de vez en cuando a la gente de mar que vino del Norte. Los Haunebuts no fueron, sin embargo, una expresión mítica. Los Temehu y los Tjehenu se mencionan desde los primeros textos egipcios conocidos, alrededor de 3200 aC. Aparecen pintados en el templo de Sahure, hacia el 2500 aC. Los Tjehenu son muy buenos de postura, con un pelo rico, nariz aguileña y una barba en puntilla. Su piel es de color blanco. En este cuadro están vestidos sólo con collares y otros ornamentos y un taparrabos pequeño.
Entre 2200 y 2050 aC, las poblaciones de origen asiática, empujadas en el Delta del Nilo por los Amorreos, engendró un estado de anarquía, conocido en la historia de Egipto como "el Primer Período Intermedio". El período siguiente del Imperio Medio fue una época nueva y brillante, para las glorias de Egipto, pero en 1780 se produjo un retorno al poder de la población asiática, que comenzó en el Segundo Período Intermedio. Esta vez, los asiáticos fueron alcanzados por los invasores, quienes organizaron un reino en la región oriental del delta del Nilo, con la ciudad de Avaris como capital. Seis faraones reinaron allí, entre 1645 y 1537. Los egipcios les llamaban hicsos (extranjeros, un término que ha sido traducido como "reyes pastores", mientras que hoy se admite un significado de "jefes de los países extranjeros"). Su origen sigue siendo desconocida. (Nota 1)
Para la historia oficial el origen de los hicsos sigue siendo un misterio, pero su salida de Egipto está bien documentada por los textos.
El rey de Tebas Seqemenre fue a cabo en 1580 de una expedición hacia los territorios del norte, contra el hicso Apofis, seguido por su hijo Kames (Kamosis). Entre 1557 y 1548 el gran Ahmes (Ahmose, Ahmosis), hermano de Kames, conquistó Avaris y libertó el Delta, fundando así el Reino Nuevo.
Como fue que las fuerzas de los faraones del Sur consiguieron derrotar a los extranjeros? El texto recuerda: "Kames lanzó el primer ataque con la ayuda de los beduinos de Nubia". El Faraón Ahmose logró conquistar el Delta, gracias a una operación naval, y sabemos que dos de sus barcos fueron llamados "Toro Furioso" y "de los países nórdicos". (Nota 2)
Hay una fuerte sugerencia de que los expertos marineros Haunebut, que se establecieron en la parte occidental del Delta, habian dado una mano fuerte que el faraón de Tebas, y que eran bien conocidos en los egipcios, tanto por su veneración por el toro , como por sus orígenes "norteñas". Otro texto relata que el Libertador Ahmose hizo su pueblo applaudir su novia, la “Señora de Haunebut”, y la Estela de la Victoria proclama la equivalencia entre los Haunebuts y la nobleza egipcia. Pierre Montet concluye que los Haunebuts eran aliados del faraón, en la batalla por la conquista del Delta. (Nota 3)
En la tumba de la reina Ahhotep, la esposa, o tal vez la madre de Ahmose, llamada "Soberana de los bancos de Haunebuts", (Nota 4), tres puñales damasquinados se encuentran, junto con el hacha del faraón. La decoración de las dagas es decididamente de tipo 'micénico' y el grabado jeroglíficos en las hojas és bastante impreciso. Debe ser por lo tanto, un don ofrecido a Faraón por parte de extranjeros, y sabemos también que su rival Apophis le dio puñales 'Egeos' a sus oficiales. La civilización micénica, tal como lo conocemos, no existía, sin embargo, antes de 1550 aC, y los tesoros encontrados en sus fortalezas se atribuyen a los logros de los legendarios Danaos contra los pueblos de alrededor. Todo esto refuerza la hipótesis de que es el arte de los Haunebuts, entonces señores de las rutas del Mediterráneo, los aliados al faraón Ahmose, un pueblo al cual pertenecía la reina.
Deruelle observa la correspondencia de esta hipótesis con el mito de Io. Zeus que seduce a Io, la hija de Argolida, representa el control de los Ellenos en ese territorio, cuando en 1650 dejaron las espadas, ámbar y piedras preciosas en las tumbas micénicas. El país, sin embargo, era pobre y los ganaderos viajaban por todas partes (en el mito, Io huye sin cesar, hasta que, en el Cáucaso, Prometeo le propuso ir a Egipto). En este caso, la vaca mítica se convirtió en la madre del rey de Egipto Epafos, que se correspondería con el Apophis de los hicsos. (Nota 5)
Es evidente que desde tiempos muy antiguos una potencia marítima dominaba el mar Mediterráneo y que los egipcios ignoraban su procedencia.
En 1307 aC, 80 años antes de la llegada de los Pueblos del Mar, Claire Lalouette indica un ataque en Libia por los recién llegados, rubios y de ojos azules, que los egipcios llamaban Tjehenu.
Los Libu (libios), los sucesores de Temehu y Tjehenu, se muestran en las pinturas egipcias vestidos con largos mantos bordados, con una sola manga (la derecha), tatuados, con plumas en el pelo, una parte del cráneo afeitado y una larga trenza que cae encima de la oreja derecha. En 1300 aC, en la tumba de Seti I, son representados en sus trajes espléndidos. Una escultura de la época de Ramsés II (1290-1224) representa la cabeza típica de un libio, con la trenza. En una inscripción de la torre de su templo funerario en Medinet Habu, Ramsés III es glorificado por la divinidad: "Puse el temor de ti en el corazón de la tierra de los Haunebuts. Su Majestad les ha aplastado... los corsarios de la arena del mar se postrarán delante de tu nombre".
En el siglo XII aC, después de las incursiones de los pueblos del mar, los reyes libios subieran al trono de Egipto.
El nombre de los Meshuesh, uno de los grupos designados entre los pueblos del Mar, se parece mucho a los términos de Massyles y Masaesyles, los pueblos bereberes que se oponían enérgicamente a Cartago y luego a Roma. Los romanos los llamaban Mazices, Herodoto señaló a ellos como Maxyes. Incluso hoy en día, los bereberes se denominan con el término amazigh. Los Meshuesh fueron probablemente los habitantes más antiguos del Magreb.
Paramos aquí, por el momento, en este capítulo, que nos lleva a descubrir las huellas de Atlántida en el Mediterráneo en el segundo milenio antes de Cristo y a identificar el mítico reino perdido como la cuna de la cultura de la Edad de Bronce, el arquitecto de la construcción de los megalitos y el portador del culto de la Gran Diosa Madre.
NOTAS
Alberto Arecchi, arquitecto, historiador del arte, presidente de la Asociación cultural Liutprand (www.liutprand.eu), estudió durante años la hipótesis de la Atlántida, situada en el centro del mar Mediterráneo. Sobre este tema publicó un libro (Atlantide, ed Liutprand, 2001).
1 – W. HELCK, Die Beziehungen Ägyptens zu Vorderasien in 3. und 2. Jahrtausend, Harrassowitz, Wiesbaden, 2. Ed., 1971; ID., Die Beziehungen Ägyptens und Vorderasiens zu Ägäis, Erträge des Forschung, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, dez. 1979.
2 – W. HELCK, Die Beziehungen Ägyptens zu Vorderasien in 3. und 2. Jahrtausend, Harrassowitz, Wiesbaden, 2. Ed., 1971, p. 112.
3 – P. MONTET, L’Egypte éternelle, Marabout, Fayard, 1970, p. 142. 4 – Urk. IV, 21, G. VANDERSLEYEN, Les guerres d’Amosis, in Monographie de la reine Elisabeth, 1971, p. 135. 5 – R. GRAVES, Les mythes grecs, Fayard, 1967, 56b.